Aquel
día había resultado especialmente desafortunado al carpintero que la buena
señora había contratado para que le ayudara a reparar una vieja granja. La
cortadora eléctrica se había empeñado en no funcionar y ahora, cuando ya
anochecía, el viejo camión no quería arrancar.
-Yo
lo llevo en mi carro hasta su casa -se ofreció amablemente la señora. Casi no
se cruzaron una sola palabra a lo largo de todo el camino. El rostro del hombre
era una estampa de desánimo y cansancio. Sin embargo, cuando llegaron, sonrió
penosamente e invitó a la señora a que entrara un momento en su casa para que
conociera a la familia.
Mientras
se dirigían a la puerta, el carpintero se detuvo un rato frente a un pequeño
árbol y le estuvo acariciando sus ramas. Cuando entraron, ocurrió en él una
transformación sorprendente: su cara se iluminó con una ancha sonrisa, abrazó
con júbilo a sus hijos y besó con entusiasmo y cariño a su esposa. Se tomaron
un café, conversaron alegremente un rato y luego, al despedirse, acompañó a la
señora hasta su carro. Al pasar junto al árbol, la señora sintió curiosidad de
averiguar qué es lo que había hecho en el arbolito unos minutos antes que lo
había transformado de ese modo.
-¡Oh,
ese es mi árbol de problemas! -contestó sonriendo el carpintero-. Sé que yo no
puedo evitar tener problemas en el trabajo, pero una cosa es bien segura: no me
los llevo a la casa, no quiero atormentar con ellos ni a mi esposa ni a mis
hijos. Así que los cuelgo cada noche en el árbol antes de entrar en mi casa. A
la mañana siguiente los recojo, pero la verdad es que, durante la noche
disminuyen y se debilitan mucho.
Reflexión
y Actividad
Analizando
el cuento “El Árbol de Problemas” vemos
que el señor carpintero deja sus
emociones negativas en el árbol y se recarga de positivas.